La Doctora quiere la Ley de Medios
para antes del 27 de octubre
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
La Doctora aprieta, casi indecorosamente, a cuatro de los siete miembros de la Corte que se dejan apretar.
Como si fueran naranjas, o granitos en la frente.
El objetivo es que “le saquen favorablemente La Ley de Medios”. Antes del 27 de octubre.
Contiene (La Doctora) la fantasía candorosa de suponer que el éxito jurídico puede influir en el resultado electoral.
La presión cotidiana hacia el doctor Ricardo Luis Lorenzetti, presidente de la Corte, muestra que La Doctora carece, en principio, de un operador judicial de confianza.
Los aprietes –suplicantes, altivos y casi desesperados- se agudizaron, según nuestras fuentes, en las últimas dos semanas.
A Lorenzetti lo llama directamente La Doctora. A veces ocurren hasta dos llamados diarios.
Con la elaborada tonalidad de “bebota”, La Doctora avanza con el peso institucional de su competencia invasora. A los efectos de insistir para “que se apuren, y saquen la sentencia ya”.
Sin la abrumadora asiduidad con que La Doctora privilegia a Lorenzetti, abundan los llamados, también, para la señora vicepresidente de la Corte. La doctora Elena Highton de Nolasco.
Pero también suele comunicarse con el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni. Pero con un sentimiento fraternal, ya que Zaffaroni es propia tropa.
Un portador activo de prestigio académico que atormenta, en cierto modo, hasta a Lorenzetti.
Por supuesto que a Zaffaroni no hace falta apretarlo. Es un reconocido militante de la causa que instaló el consagrado modelo de desarrollo (con inclusión social).
El último en ser incorporado en la fastuosa desventura del apriete personal es, según nuestras fuentes, el doctor Enrique Petracchi.
Cartón lleno.
Sigilo culposo en la reunión secreta de Olivos
En el junio cruel, con la pautada disidencia de Zaffaroni, la Corte declaró inconstitucional los artículos claves de la Ley de Reforma del Consejo de la Magistratura.
Le volteó (la Corte) la infatuada Ley de Democratización de la Justicia. (Acabó con la alucinada proyección presidencial de Carlos Zannini, El Cenador. El antiperonista que logró la proeza de conducir un gobierno de matriz peronista, que derivara en el frepasismo tardío).
Pero poco después del volteo, según nuestras fuentes, se registró una extraña reunión secreta. Fue en la residencia presidencial de Olivos.
En sigilo culposo, el doctor Zaffaroni fue el encargado de instrumentar la cumbre misteriosa.
Fue entre Cristina, La Doctora, la Presidente de la Nación, y el Presidente de la Corte, Lorenzetti.
Por lo que pudo averiguarse, Lorenzetti asistió acompañado de su vice-presidente, la doctora Highton de Nolasco.
Un encuentro furtivo del primer tipo. La Doctora avanzó en su obsesiva necesidad de tener La Ley de Medios en la calle, lo más pronto posible. Pero nunca más allá de la frontera electoral del 27 de Octubre.
Aquí se cruzan las interpretaciones. La Garganta cristinista confirma que La Doctora quedó rigurosamente convencida que alcanzaron un principio de acuerdo.
La Ley sería declarada Constitucional. Y saldría, a la carta, en los tiempos prometidos.
Lo que es también inapelable es que los tres cortesanos –Lorenzetti, Highton y Zaffaroni- los pasaron popularmente al cuarto, como se dice, o como alambre caído, a los otros tres venerables miembros de la Corte. Tal vez por ser reticentes a la idea de prestarse a la “ceremonia secreta”, que lamentablemente nada tiene que ver con la novela de Marco Denevi.
Sí tiene que ver con otra novela. Casi porno. La del apriete institucional.
La pasaron al cuarto a la doctora Carmen Argibay. E imperdonablemente al doctor Juan Carlos Maqueda, presuntamente el "político" del plantel. Y hasta el legendario doctor Carlos Fayt (que fuera nuestro profesor de Derecho Político, en la Universidad de La Plata).
Es probable que algunos de estos tres venerables se enteren de la reunión secreta –como de los respectivos aprietes- por la fresca inocencia de esta crónica.
El error de la Guerra-Divorcio
En la dinámica de funcionamiento de las altas cortes, es tradición no elaborar ninguna sentencia demasiado sensible en una etapa pre-electoral.
Y menos aún esta Corte Suprema, que se caracteriza, hasta aquí, por su prolijidad.
Registra un alto índice de prestigio que no debiera desperdiciarse. Inspirado, en principio, en su credibilidad. Y sobre todo en su pregonada independencia, que el propio kirchnerismo presentaba inicialmente como atributo. Pese a los manoseos posteriores, violentamente estremecedores, del Poder Ejecutivo que se devaluó en la irresponsabilidad de los ataques groseros. Explicados, apenas, por la patología del estado de Guerra-Divorcio, que le planteó al Grupo Clarín.
Es –Clarín- el grupo de comunicación que les resultó fundamental. Por la ostensible colaboración del silencio. Por la significativa complacencia. Para que la brutal desmesura del kirchnerismo alcanzara su plácida hegemonía, pese a los “desastres seriales del gobierno trivial”. Los que sólo comenzaron a tratar en 2008. Pero como consecuencia de la separación conflictiva.
De la armonía redituable, que se extendió en la convivencia de cinco años, se pasó, sin escalas, directamente, hacia la reciprocidad del espanto.
Pero fue el cristinismo –derivación infantil del kirchnerismo póstumo- el que hizo de la Guerra el tema casi principal de la agenda política.
Hasta estrellarse con la penosa fábula del 7-D.
Al extremo que cuesta identificar cuál es, hasta aquí, el error más impresionante que signa la actual desgracia sin rumbo del gobierno que la sociedad padece.
Si fue declarar la Guerra-Divorcio al Grupo Clarín. O incendiarse internacionalmente en la inutilidad de confiscar YPF.
Dos catástrofes que se suman a la mala praxis que surca, transversalmente, la totalidad del gobierno fragilizado.
para antes del 27 de octubre
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
La Doctora aprieta, casi indecorosamente, a cuatro de los siete miembros de la Corte que se dejan apretar.
Como si fueran naranjas, o granitos en la frente.
El objetivo es que “le saquen favorablemente La Ley de Medios”. Antes del 27 de octubre.
Contiene (La Doctora) la fantasía candorosa de suponer que el éxito jurídico puede influir en el resultado electoral.
La presión cotidiana hacia el doctor Ricardo Luis Lorenzetti, presidente de la Corte, muestra que La Doctora carece, en principio, de un operador judicial de confianza.
Los aprietes –suplicantes, altivos y casi desesperados- se agudizaron, según nuestras fuentes, en las últimas dos semanas.
A Lorenzetti lo llama directamente La Doctora. A veces ocurren hasta dos llamados diarios.
Con la elaborada tonalidad de “bebota”, La Doctora avanza con el peso institucional de su competencia invasora. A los efectos de insistir para “que se apuren, y saquen la sentencia ya”.
Sin la abrumadora asiduidad con que La Doctora privilegia a Lorenzetti, abundan los llamados, también, para la señora vicepresidente de la Corte. La doctora Elena Highton de Nolasco.
Pero también suele comunicarse con el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni. Pero con un sentimiento fraternal, ya que Zaffaroni es propia tropa.
Un portador activo de prestigio académico que atormenta, en cierto modo, hasta a Lorenzetti.
Por supuesto que a Zaffaroni no hace falta apretarlo. Es un reconocido militante de la causa que instaló el consagrado modelo de desarrollo (con inclusión social).
El último en ser incorporado en la fastuosa desventura del apriete personal es, según nuestras fuentes, el doctor Enrique Petracchi.
Cartón lleno.
Sigilo culposo en la reunión secreta de Olivos
En el junio cruel, con la pautada disidencia de Zaffaroni, la Corte declaró inconstitucional los artículos claves de la Ley de Reforma del Consejo de la Magistratura.
Le volteó (la Corte) la infatuada Ley de Democratización de la Justicia. (Acabó con la alucinada proyección presidencial de Carlos Zannini, El Cenador. El antiperonista que logró la proeza de conducir un gobierno de matriz peronista, que derivara en el frepasismo tardío).
Pero poco después del volteo, según nuestras fuentes, se registró una extraña reunión secreta. Fue en la residencia presidencial de Olivos.
En sigilo culposo, el doctor Zaffaroni fue el encargado de instrumentar la cumbre misteriosa.
Fue entre Cristina, La Doctora, la Presidente de la Nación, y el Presidente de la Corte, Lorenzetti.
Por lo que pudo averiguarse, Lorenzetti asistió acompañado de su vice-presidente, la doctora Highton de Nolasco.
Un encuentro furtivo del primer tipo. La Doctora avanzó en su obsesiva necesidad de tener La Ley de Medios en la calle, lo más pronto posible. Pero nunca más allá de la frontera electoral del 27 de Octubre.
Aquí se cruzan las interpretaciones. La Garganta cristinista confirma que La Doctora quedó rigurosamente convencida que alcanzaron un principio de acuerdo.
La Ley sería declarada Constitucional. Y saldría, a la carta, en los tiempos prometidos.
Lo que es también inapelable es que los tres cortesanos –Lorenzetti, Highton y Zaffaroni- los pasaron popularmente al cuarto, como se dice, o como alambre caído, a los otros tres venerables miembros de la Corte. Tal vez por ser reticentes a la idea de prestarse a la “ceremonia secreta”, que lamentablemente nada tiene que ver con la novela de Marco Denevi.
Sí tiene que ver con otra novela. Casi porno. La del apriete institucional.
La pasaron al cuarto a la doctora Carmen Argibay. E imperdonablemente al doctor Juan Carlos Maqueda, presuntamente el "político" del plantel. Y hasta el legendario doctor Carlos Fayt (que fuera nuestro profesor de Derecho Político, en la Universidad de La Plata).
Es probable que algunos de estos tres venerables se enteren de la reunión secreta –como de los respectivos aprietes- por la fresca inocencia de esta crónica.
El error de la Guerra-Divorcio
En la dinámica de funcionamiento de las altas cortes, es tradición no elaborar ninguna sentencia demasiado sensible en una etapa pre-electoral.
Y menos aún esta Corte Suprema, que se caracteriza, hasta aquí, por su prolijidad.
Registra un alto índice de prestigio que no debiera desperdiciarse. Inspirado, en principio, en su credibilidad. Y sobre todo en su pregonada independencia, que el propio kirchnerismo presentaba inicialmente como atributo. Pese a los manoseos posteriores, violentamente estremecedores, del Poder Ejecutivo que se devaluó en la irresponsabilidad de los ataques groseros. Explicados, apenas, por la patología del estado de Guerra-Divorcio, que le planteó al Grupo Clarín.
Es –Clarín- el grupo de comunicación que les resultó fundamental. Por la ostensible colaboración del silencio. Por la significativa complacencia. Para que la brutal desmesura del kirchnerismo alcanzara su plácida hegemonía, pese a los “desastres seriales del gobierno trivial”. Los que sólo comenzaron a tratar en 2008. Pero como consecuencia de la separación conflictiva.
De la armonía redituable, que se extendió en la convivencia de cinco años, se pasó, sin escalas, directamente, hacia la reciprocidad del espanto.
Pero fue el cristinismo –derivación infantil del kirchnerismo póstumo- el que hizo de la Guerra el tema casi principal de la agenda política.
Hasta estrellarse con la penosa fábula del 7-D.
Al extremo que cuesta identificar cuál es, hasta aquí, el error más impresionante que signa la actual desgracia sin rumbo del gobierno que la sociedad padece.
Si fue declarar la Guerra-Divorcio al Grupo Clarín. O incendiarse internacionalmente en la inutilidad de confiscar YPF.
Dos catástrofes que se suman a la mala praxis que surca, transversalmente, la totalidad del gobierno fragilizado.
La Ley de Medios, según nuestras fuentes, va a salir.
Será declarada, por la Corte, inapelablemente constitucional.
Aunque persistan, aún, ciertos desacuerdos, en los temas sustanciales que aluden a la desinversión compulsiva.
Se plantan limitaciones que van a irritar a los funcionarios obcecados, que reclaman la aprobación total.
Con el espejismo de creer que la derrota de octubre será menos definitoria. Si es que transforman a la Corte, con aprietes vulgares, en la Corte Suprema de la Victoria.
Será declarada, por la Corte, inapelablemente constitucional.
Aunque persistan, aún, ciertos desacuerdos, en los temas sustanciales que aluden a la desinversión compulsiva.
Se plantan limitaciones que van a irritar a los funcionarios obcecados, que reclaman la aprobación total.
Con el espejismo de creer que la derrota de octubre será menos definitoria. Si es que transforman a la Corte, con aprietes vulgares, en la Corte Suprema de la Victoria.