El Grupo Clarín compra Nextel y Magnetto sobrevive a La Guerra de Convalecientes.
sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari
especial para JorgeAsísDigital
Redacción final Carolina Mantegari
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Sobre el borde del epílogo, mientras La Doctora lanza los penúltimos arrebatos, El Grupo Clarín anuncia un contundente golpe empresarial de alto impacto. Por 165 millones de dólares, lleva a su bolso el 49% del paquete accionario de Nextel. Con la posibilidad de avanzar, en los próximos dos años, por el 51% restante.
La Doctora prefería que Nextel fuese adquirida por un empresario relativamente amigo, como Eduardo Eurnekián, El Armenio Paquete. U otros, de los considerados “del palo”. Por ejemplo Matías Garfunkel, El Novelista Oculto, que mantiene ambiciones de ocupar, según nuestras fuentes, un lugar resonante en el gabinete de Daniel Scioli (si es que gana). O Sergio Szpolski, La Sarita, sorprendente candidato a mini-gobernador de Tigre.
Sin embargo Nextel pasa al bolso del Grupo Clarín, en marcha irresistible hacia el 5G. Y sin que puedan evitarlo el temible Mariotto, Ex Calabró de Llavallol, ni Sabbatella, La Tobillerita.
Según El Cronista, “con la compra de Nextel, que tiene el 3% del mercado de telefonía celular, y su fusión con Cablevisión, el Grupo Clarín pasa a manejar el 13% del mercado local de las telecomunicaciones”.
La Doctora prefería que Nextel fuese adquirida por un empresario relativamente amigo, como Eduardo Eurnekián, El Armenio Paquete. U otros, de los considerados “del palo”. Por ejemplo Matías Garfunkel, El Novelista Oculto, que mantiene ambiciones de ocupar, según nuestras fuentes, un lugar resonante en el gabinete de Daniel Scioli (si es que gana). O Sergio Szpolski, La Sarita, sorprendente candidato a mini-gobernador de Tigre.
Sin embargo Nextel pasa al bolso del Grupo Clarín, en marcha irresistible hacia el 5G. Y sin que puedan evitarlo el temible Mariotto, Ex Calabró de Llavallol, ni Sabbatella, La Tobillerita.
Según El Cronista, “con la compra de Nextel, que tiene el 3% del mercado de telefonía celular, y su fusión con Cablevisión, el Grupo Clarín pasa a manejar el 13% del mercado local de las telecomunicaciones”.
Significa confirmar que, entre otros diversos desastres seriales, La Doctora deja el pernicioso legado del Grupo Clarín fortalecido. Es el clavo permanente que se reserva el rol de auditor del próximo gobierno, que encabece cualquiera de los tres que llegue -invariablemente- debilitado. Como lo prefieren.
Persiste Clarín con la chapa de haberle resistido al kirchnerismo una guerra feroz durante ocho años. Para ser exactos, desde 2008, cuando Hugo Moyano, El Charol, hizo punta con aquel irrisorio cartelito “Clarín Miente” que Kirchner, El Furia, iba a multiplicar.
Desde cierto punto de vista, puede constatarse que Clarín gana la Guerra de Convalecientes. La que el kirchnerismo pierde por agotamiento y abandono. Por el vencimiento del plazo democrático, desaprovechado en la pelea valientemente estéril con que el gobierno, para colmo, se estrelló.
Cabe consignar también que Clarín deja girones de credibilidad en la guerra que extrañamente gana. Por capacidad previsible para la resistencia. Queda golpeado. Con el boleto picado, descubierto en sus manías, deschavado, diríase. Pero queda fuerte al fin.
La explicación que aludía a la potencia imbatible de las cinco portadas adversas, queda reducida a la condición de mito. Por las portadas que ningún gobierno, ni militar ni democrático, podía soportarle. En adelante, al contrario, es un cuento, para la Argentina tan diversificada en el campo de la comunicación.
Ocurre que el cristinismo soportó ocho años de portadas y contenido crítico violentamente adverso. Y por si no bastara, aún cree encontrarse en condiciones de imponerse, incluso, en la primera vuelta. Con el paradójico Scioli como candidato. Que representa el explícito fracaso del cristinismo que parte. Aunque deje, en el camino, cientos de tobilleras electrónicas. Y un “campo minado”, al decir de De Pablo, el Economista Tablonero.
Persiste Clarín con la chapa de haberle resistido al kirchnerismo una guerra feroz durante ocho años. Para ser exactos, desde 2008, cuando Hugo Moyano, El Charol, hizo punta con aquel irrisorio cartelito “Clarín Miente” que Kirchner, El Furia, iba a multiplicar.
Desde cierto punto de vista, puede constatarse que Clarín gana la Guerra de Convalecientes. La que el kirchnerismo pierde por agotamiento y abandono. Por el vencimiento del plazo democrático, desaprovechado en la pelea valientemente estéril con que el gobierno, para colmo, se estrelló.
Cabe consignar también que Clarín deja girones de credibilidad en la guerra que extrañamente gana. Por capacidad previsible para la resistencia. Queda golpeado. Con el boleto picado, descubierto en sus manías, deschavado, diríase. Pero queda fuerte al fin.
La explicación que aludía a la potencia imbatible de las cinco portadas adversas, queda reducida a la condición de mito. Por las portadas que ningún gobierno, ni militar ni democrático, podía soportarle. En adelante, al contrario, es un cuento, para la Argentina tan diversificada en el campo de la comunicación.
Ocurre que el cristinismo soportó ocho años de portadas y contenido crítico violentamente adverso. Y por si no bastara, aún cree encontrarse en condiciones de imponerse, incluso, en la primera vuelta. Con el paradójico Scioli como candidato. Que representa el explícito fracaso del cristinismo que parte. Aunque deje, en el camino, cientos de tobilleras electrónicas. Y un “campo minado”, al decir de De Pablo, el Economista Tablonero.
El cristinismo se va y Clarín se queda
En la Guerra de Convalecientes (cliquear), que fue en realidad un divorcio conflictivo, perdieron, para Oximoron, los dos bandos. Con una ostensible diferencia que inclina la balanza a favor de Clarín.
Que el cristinismo se va y que Clarín se queda.
El Grupo, en efecto, dista de ser una Corporación, como lo calificaban en los días duros de la guerra.
Una verdadera Corporación hubiera cambiado el plantel de gerentes. Sobre todo si en ocho años de conflicto el enemigo permanece entero. Con posibilidades, incluso, de quedarse. Así sea de manera complementaria, al lado del Scioli que debe ganarle, todavía, a Macri y a Massa. Eventuales sucesores que mantienen, también, la relación más óptima con el Grupo. Donde siguen al frente los tres tenedores de libros que llegaron cuarenta años atrás con Rogelio Frigerio, El Tapir. Al que oportunamente traicionaran.
Es un almacén de medios que el cristinismo, acaso para agrandarse, prefirió identificar como Corporación.
Que el cristinismo se va y que Clarín se queda.
El Grupo, en efecto, dista de ser una Corporación, como lo calificaban en los días duros de la guerra.
Una verdadera Corporación hubiera cambiado el plantel de gerentes. Sobre todo si en ocho años de conflicto el enemigo permanece entero. Con posibilidades, incluso, de quedarse. Así sea de manera complementaria, al lado del Scioli que debe ganarle, todavía, a Macri y a Massa. Eventuales sucesores que mantienen, también, la relación más óptima con el Grupo. Donde siguen al frente los tres tenedores de libros que llegaron cuarenta años atrás con Rogelio Frigerio, El Tapir. Al que oportunamente traicionaran.
Es un almacén de medios que el cristinismo, acaso para agrandarse, prefirió identificar como Corporación.
Para Oximoron, La Guerra de Convalecientes no mantiene asegurada ninguna continuidad. Acaba en el preciso momento en que cese la administración de La Doctora.
Ya que ni Scioli, ni menos los dos competidores -Massa y Macri- planifican anotarse en la desgastante contienda. En el divorcio conflictivo del otro. Del extinto Furia que, entre 2003 y 2008, en tiempos sublimes del Premier Alberto Fernández, El Poeta Impopular, mantuvo con Clarín -o sea con Héctor Magnetto, El Beto- una relación armónica. Dulcemente matrimonial.
Ya que ni Scioli, ni menos los dos competidores -Massa y Macri- planifican anotarse en la desgastante contienda. En el divorcio conflictivo del otro. Del extinto Furia que, entre 2003 y 2008, en tiempos sublimes del Premier Alberto Fernández, El Poeta Impopular, mantuvo con Clarín -o sea con Héctor Magnetto, El Beto- una relación armónica. Dulcemente matrimonial.
Moneta y Kirchner
De los tres sucesores, que Clarín prefiere dependientes y debilitados, Daniel es quien atraviesa la situación más delicada.
Porque La Doctora se propone gobernar hasta el último minuto. Junto a Carlos Zannini, El Cenador, o “Gran Tobillera”, y Aníbal, El Neo Corach, y hasta con Máximo, En El Nombre del Hijo. Cuadros que sospechan, con sólidos fundamentos, que Daniel mantiene acordadas las próximas líneas de convivencia con Magnetto. Con el sobreviviente de la guerra que se decidió, al fin y al cabo, entre la inmunidad triste de los sanatorios.
Porque Magnetto se cargó históricamente a los que pretendían llevárselo puesto como una bufanda. A los dos únicos enemigos declarados que supieron presentarle la batalla frontal. En distintas décadas.
Raúl Moneta, El Rulo, vive, pero extinguió repentinamente la lucidez, entre las indagaciones minuciosas de las tomografías, los índices de hematocrito y los análisis clínicos de Magnetto, el adversario (ver “En Derecho Penal pagan los muertos”, cliquear).
Y el extinto Furia, que litigaba con Magnetto con la convicción de que el otro iba a partir, pronto, hacia el destino inapelable.
Los dos, Moneta y Kirchner, estaban entusiasmados porque Magnetto estaba a punto de irse. Pero ellos partieron antes. Y eso que El Beto estaba en la sala de pre-embarque. Con la mirada nostálgica, la tarjeta de salida, el pasaporte y el equipaje de mano. Pero el vuelo no salió.
Moneta y Kirchner, los vencidos, lo dejaron a Magnetto triunfador, pero tétricamente solo. Con el respeto temeroso de los empresarios. Con el habla mecanizada. Y con el periodismo, que debiera legitimarlo, objetivamente destruido.
Porque La Doctora se propone gobernar hasta el último minuto. Junto a Carlos Zannini, El Cenador, o “Gran Tobillera”, y Aníbal, El Neo Corach, y hasta con Máximo, En El Nombre del Hijo. Cuadros que sospechan, con sólidos fundamentos, que Daniel mantiene acordadas las próximas líneas de convivencia con Magnetto. Con el sobreviviente de la guerra que se decidió, al fin y al cabo, entre la inmunidad triste de los sanatorios.
Porque Magnetto se cargó históricamente a los que pretendían llevárselo puesto como una bufanda. A los dos únicos enemigos declarados que supieron presentarle la batalla frontal. En distintas décadas.
Raúl Moneta, El Rulo, vive, pero extinguió repentinamente la lucidez, entre las indagaciones minuciosas de las tomografías, los índices de hematocrito y los análisis clínicos de Magnetto, el adversario (ver “En Derecho Penal pagan los muertos”, cliquear).
Y el extinto Furia, que litigaba con Magnetto con la convicción de que el otro iba a partir, pronto, hacia el destino inapelable.
Los dos, Moneta y Kirchner, estaban entusiasmados porque Magnetto estaba a punto de irse. Pero ellos partieron antes. Y eso que El Beto estaba en la sala de pre-embarque. Con la mirada nostálgica, la tarjeta de salida, el pasaporte y el equipaje de mano. Pero el vuelo no salió.
Moneta y Kirchner, los vencidos, lo dejaron a Magnetto triunfador, pero tétricamente solo. Con el respeto temeroso de los empresarios. Con el habla mecanizada. Y con el periodismo, que debiera legitimarlo, objetivamente destruido.
Final con Wagner, Woody Allen y Polonia
Los paranoicos del cristinismo sospechan que Magnetto -o sea Clarín- trata de protegerlo a Daniel. De salvarlo de la condena general que arrastra al gobierno. Al cierre del despacho, no se encontró un método más eficaz de simulación que el de acentuar determinados castigos. Por inundaciones terribles, o viajes equivocados.
Es como si Daniel le suplicara a Magnetto.
“Péguenme un poco, qué les cuesta, políticamente me beneficia”.
El cuadro -delirante- es aún más patológico. Porque Massa y Macri, los que Magnetto prefiere debilitados, se obstinan, a su pesar, desde el “escándalo” de Tucumán en adelante, en generar la política ideal que prefiere Canal 13 y TN. Para su periodismo combativo, comprometido y con los voladitos rosados. Mientras tanto, Magnetto trata de entenderse con Scioli, ante la desconfianza y el rencor anticipado de La Doctora.
Pero también ante la abnegada desconfianza de los numerosos gurkas que se desgastan en el primer plano del periodismo militante contra el gobierno.
Prensa tendenciosa, demasiado parcial, infortunadamente equiparable a la prensa que desgasta a los periodistas militantes, comprometidos que defienden al gobierno. En bloque, sin beneficio de inventario.
En un habitual rapto de genialidad, Woody Allen dijo que no podía escuchar la música de Richard Wagner. Porque, cuando escuchaba la música de Wagner, le venían deseos de invadir Polonia.
Del mismo modo, no se puede ver sin distancia crítica TN, ni leer Clarín. Deparan deseos de hacer callar para siempre a los kirchneristas.
Como tampoco se puede ver -sin distancia crítica- la Televisión Pública, ni C5N. Sin desear poner un caño destructivo en la calle Piedras, o Lima, o Tacuarí.
Para Oximoron, deberían preocuparse los cruzados de ambos bandos. Para no quedar profesionalmente colgados. Víctimas involuntarias del acuerdo que hasta hoy, sin embargo, no existe.
Es como si Daniel le suplicara a Magnetto.
“Péguenme un poco, qué les cuesta, políticamente me beneficia”.
El cuadro -delirante- es aún más patológico. Porque Massa y Macri, los que Magnetto prefiere debilitados, se obstinan, a su pesar, desde el “escándalo” de Tucumán en adelante, en generar la política ideal que prefiere Canal 13 y TN. Para su periodismo combativo, comprometido y con los voladitos rosados. Mientras tanto, Magnetto trata de entenderse con Scioli, ante la desconfianza y el rencor anticipado de La Doctora.
Pero también ante la abnegada desconfianza de los numerosos gurkas que se desgastan en el primer plano del periodismo militante contra el gobierno.
Prensa tendenciosa, demasiado parcial, infortunadamente equiparable a la prensa que desgasta a los periodistas militantes, comprometidos que defienden al gobierno. En bloque, sin beneficio de inventario.
En un habitual rapto de genialidad, Woody Allen dijo que no podía escuchar la música de Richard Wagner. Porque, cuando escuchaba la música de Wagner, le venían deseos de invadir Polonia.
Del mismo modo, no se puede ver sin distancia crítica TN, ni leer Clarín. Deparan deseos de hacer callar para siempre a los kirchneristas.
Como tampoco se puede ver -sin distancia crítica- la Televisión Pública, ni C5N. Sin desear poner un caño destructivo en la calle Piedras, o Lima, o Tacuarí.
Para Oximoron, deberían preocuparse los cruzados de ambos bandos. Para no quedar profesionalmente colgados. Víctimas involuntarias del acuerdo que hasta hoy, sin embargo, no existe.
Carolina Mantegari
Consultora Oximoron/Redacción final
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citar la fuente.
Consultora Oximoron/Redacción final
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