viernes, 11 de mayo de 2012

¿DE QUÉ SE RÍE, BOUDOU?


Sonatina de Rubén Darío. "El Descuidista está contento, ¿qué tendrá El Descuidista?".
¿De qué se ríe, Boudou?escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCulturalespecial para JorgeAsísDigital
Como narradores y poetas, Humberto Costantini y Mario Benedetti mantienen ámbitos comunes de pertenencia. Por la reconocida maestría en el coloquialismo urbano. Por cierto realismo tradicional, aún rescatable. Sobre todo por el fenómeno unificador, entre la obra literaria y la ciudad.
Montevideo, para Benedetti. Buenos Aires, para Costantini.
Ambos maestros también interpelaron el mero acto de reír. Benedetti lo hizo en “¿De qué se ríe?”.
Es una “Letra de Emergencia” transformada, con astucia, en canción. Fue magistralmente interpretada por Nacha Guevara (ver el video ilustrativo).
Por su parte, Costantini interpela la risa burlona, en el dramático monólogo “¿De qué te reís?”. Adquirió el formato del cuento impecable, en primera persona. Ver “Una vieja historia de caminantes” (CEDAL).
Por suerte, los extintos Costantini y Benedetti nada tienen que ver con el vivo Amado Boudou. Ni desde el punto de vista vital, ni .menos- ideológico. Salvo que, a la distancia, desde la estética parecieran interpelarlo. Al verlo reírse tanto, respetuosamente Benedetti podría preguntarle.
¿De qué se ríe, Boudou?“Señor vicepresidente, ¿de qué se ríe?”.
En confianza, canchero, conocedor de personajes semejantes, Costantini podría preguntarle:
“¿De qué te reís?”.
Agregaría, acaso, el adjetivo descalificador. Como aquel que le estampó Ergueta a Erdossain, en la novela de Roberto Arlt.

Sonatina

¿De qué, y de quién, se ríe Boudou?
Es la gran pregunta. La sociedad aún reclama la respuesta.
Al contrario de la princesa de Rubén Darío, en la “Sonatina” de Boudou, “El Descuidista está contento”.
“¿Qué tendrá El Descuidista?”.
Se lo puede ver radiante en el Salón Blanco. En cualquier acto televisado, con o sin cadena.
Al lado, en general, de Nuestra César. La Protectora. Siempre cerca. Sin perderle nunca el hilo sisal de la mirada.
Ella es: “La que te puso, no te olvides, yo te elegí”.
Se lo aclaró durante la explicable rabieta. Por lengua larga. Después de tildarlo “El Concheto de Puerto Madero”.
Aunque, cuando todo termine, si salen bien del presente verso, ambos serán consorcistas del mismo edificio.
¿De qué se ríe, Boudou?En la Sonatina, El Descuidista depende totalmente de Nuestra César.
No está a tiro de decreto pero está a tiro de mirada. Basta con el olimpismo del gesto. Para que deje de reír.
Pero Nuestra César instruyó a los bonzos de la escudería cristinista. Para que salieran, aunque de mala gana, a defenderlo. Con convicción profesional. Con la fuerza del argumento equivocadamente inapelable.
“Hoy vienen por Amado y mañana vienen por mí”.

La recomposición

¿Se ríe, acaso, El Descuidista, porque zafó? ¿Salió del paso?
¿O se ríe con tranquilidad porque sabe que es un hombre naturalmente dotado por la suerte?
Al Pasadiscos de Sobremonte, en la vida, le fue bien. Veneración y felicitaciones. Ejemplo para inspirar a los inquietos atorrantes del suburbio.
Ríe, contagiosamente, el señor vicepresidente, porque logró torcer la tendencia decisoria. Aludía a la recetada “Línea Máximo”. Compartida, según nuestras fuentes, por Zanini.
El recurso pragmático de pedir una licencia.
“¿Me van a dejar caer?, ¿a mí? ¿por esto?”, cuenta la Garganta que soltó El Descuidista.
No reía cuando, según las fuentes, soltó el mensaje doliente.
“Si me dejan caer yo…”.
¿De qué se ríe, Boudou?Triunfó, providencialmente, la sensatez. Dejarlo caer podía representar un imprevisto moral.
Entonces El Descuidista heroicamente se pudo recomponer. Costó. Fue al frente. Se batió solo.
Por lo tanto merece reírse. Porque le salió a la perfección aquel monólogo desastroso, que se tergiversó como “conferencia de prensa”, ante periodistas de látex.
Cuando deslizó delaciones ponderables. Describían, explícitamente, el estado de patológica excepción espiritual que se apoderó de la república corroída. Dormida, indignada y en banda.
Con un jefe de fiscales que todos creían históricamente intachable. Pero que, en el relato de El Descuidista, mantiene un estudio prestigioso, de donde pretendían anexarlo. Incorporarlo a la cartera de clientes. Ayudarlo porque “era nuevito”.
Con un presidente de la Bolsa de Comercio, siempre listo para aplaudir en el Salón Blanco, que le ofrecía amablemente la changa de hacer “un número”.
Con un Juez Federal que, en principio, “quería ayudar”. Después de componer un denso tratado sobre el Holocausto, el jurista iba a ser arrojado a las fieras, como cualquier cristiano medieval. Por la inveterada traición de diez mensajitos de texto.
Si se le pregunta cuánto costó, desde el punto de vista ético, iluminar los mensajitos, el señor vicepresidente, con seguridad, va a volver a reírse.
Eficiente Cooperativa de Crédito de 25 de Mayo.

La impunidad

Probablemente El Descuidista se ríe porque se cree totalmente invulnerable. Intocablemente impune.
Ríe porque se la puso hasta a los senadores de la oposición. Pero se ríe sobre todo porque Pichetto -pobrecito- tuvo que salir a batirse, por su honor.
Por el honor en el que nadie, en el bloque, cree.
Ríe El Descuidista, con infinita alegría, porque se la puso al “duhaldismo residual” de La Boldt.
Y porque se la puso también a la prensa hegemónica, a “la mafia de Magnetto”. Y hasta se la puso al “astrólogo” del Asís Digital.
Como tiene a Nuestra César de su lado, se nos ríe en la cara porque lo hizo volar al doctor Righi.
En su decadencia, Righi pasó, de ser expulsado por Perón, a caer en desgracia por El Descuidista. Para sucederlo, acaso, por un fan. Otro de los subyugados por la magia de la guitarrita. Con el pelo al viento que cautivó a Durán Barba, que tanto influye en Nuestra César.
¿De qué se ríe, Boudou?Se ríe con ganas Boudou porque, a aquel Juez Federal de los mensajitos, lo despacharon para otras causas. Para que aprenda.
Sólo le falta hacerse al Fiscal. Pero según nuestras fuentes ya está por caer. Nadie más va a cometer la osada infamia de investigarlo.
Se comprende finalmente que El Descuidista tenga multiplicadas razones, después de todo, para reírse. Porque los billetes de cien pesos ya se cocinan en las parrillas de Ciccone.
A través de Vandenbroele, de Nariga y The Old Fund, El Descuidista puede -si aún no dominar el mundo- llevarse a la Argentina por delante. A los panzazos y las carcajadas.
Se ríe El Descuidista porque está eufórico, optimista y pleno, envidiablemente feliz. Sin importarle el hartazgo que crecientemente genera. Junto a Nuestra César. La arrastra. Pobre.
El señor vicepresidente se ríe porque es un vivo. En la sociedad de los giles que quieren ser vivos.
Ríe porque es el auténtico ganador. Debiera provocar la masiva admiración de los perdedores.
Carolina Mantegaripara JorgeAsisDigital.com
Permitida la reproducción sin citación de fuente.
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miércoles, 9 de mayo de 2012

PARA ANIQUILAR A SCIOLI

“Cristina, Mauricio y Daniel” (II)


La dinámica destructiva del cristinismo.
Sin rumbo, pero con énfasis.

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital





“Ninguno de nosotros hubiera soportado lo que soporta Scioli”, confirma la Garganta, con admirable resignación.
Cualquier dirigente peronista sensato, levemente normal, ya hubiera reaccionado ante el cotidiano esmerilamiento.
Ante la obscena frontalidad de los Kirchner. En los avances devaluatorios sobre Scioli.
El Líder de la Línea Aire y Sol es el osado protagonista del error menos perdonable. Erigirse como perspectiva.
Sin ser aceptado, aún, como “hombre del palo”. Después de nueve años de sumisión.

A Néstor, El Furia, solía atormentarlo que Scioli no registrara las caídas. Los desastres seriales que lo arrastraban, al Furia, y a su escudería, hacia el abismo. Desde donde después emprendía la admirable recuperación.
Y Cristina, Nuestra César, aún hoy suele atormentarse también con Scioli. Más, incluso, que el marido extinto.
Aparte de haberle estampado escenográficamente la perversión de Gabriel Mariotto, como compañero de fórmula, Cristina no vacila en cercarlo. Con los “pedidos de informes”. O con las humillantes desautorizaciones, Los desaires públicos, cruelmente televisados.
“Cualquiera de nosotros la hubiera rep...” prosigue la Garganta.



Sacarle el aire. La 10 y C5N

Para aniquilar a Scioli, Nuestra César llegó al extremo de forzar la transferencia de la Radio 10. Y del complemento televisivo. C5N.
La llegada de Cristóbal López, hacia el casino de las grandes ligas mediáticas, no es sólo consecuencia explícita del cansado desprecio de Cristina hacia Daniel Hadad, El Fenicio.
Un sentimiento (el desprecio) recíproco.
Ya que El Fenicio, según nuestras fuentes, prefiere ver, a La Presidente, lejos. De ser posible sin poder. Por ahora consiguió el objetivo nimio de liberarse de ella.
En cierto modo, a El Fenicio le salió bien. Se le dio de manera ventajosa la liberación económico-cultural. A los Eskenazi, en cambio, les salió mal. Ampliaremos.

La irrupción de Cristóbal, como flamante zar, se debe a la necesidad inconfesablemente política de Tía Cristina. De despojarlo, a Scioli, del aire tonificador. Del canal de comunicación más eficaz. El instrumento que le permitía marcar las diferencias de estilo, que –pobrecita- la desequilibraban.
Rulos ilusorios

El proyecto irracional, que signa la dinámica devastadora del cristinismo, consiste en aniquilar al gobernador de la “provincia inviable”.
Es el ensayo de orquesta de Buenos Aires. El escenario de la batalla sustancial.
Es también la prueba de “la regla de tres simple”. Garantiza el intento de permanencia del “modelo” de Cristina. La constatación que complementa la regla.
Indica que Cristina es el único modelo posible. Rulos ilusorios del 2015.
“Si queremos, sacamos la reelección con una mano atada a la espalda” se ufanan.

La virulencia del avance, del avasallamiento irresponsable, permite tratar el litigio pintoresco de identidad. El duelo de barras.
Entre los figurines de La (Agencia de Colocaciones La) Cámpora, que mantienen de máximo estandarte al clavel de Mariotto, y los peronistas melancólicos de La Juan Domingo. Los que se fueron a cuidar la retaguardia, entre los paredones de Los Toldos. Atemorizados por el sistema de violación contranatural del cristinismo. Por su obsesión enfermiza por aniquilar al que se diferencia. Y se mantiene, lo más grave, en las encuestas.

Ya no basta con lacerarlo. Hacerle travesuras “Ya hay que ir por Scioli”, confirma la Garganta.
Para aproximarse a la utopía de “la Cristina Eterna”.
Así deban contemplar el riesgo de prestarle la provincia a Mariotto. El caudillito de Llavallol que emerge, hacia afuera, en la cancha grande, como el Victorio Calabró del nuevo siglo.
Pero “en la chica”, en las reuniones sin estruendo, hacia adentro, Mariotto se abrevia. Se muestra solidariamente dócil. Receptivo.
Sobre todo cuando a Mariotto alguien le dice: “No te conviene asumir el rol de golpista. De desestabilizador. Te queda mal”.

Entre los figurines conspiradores de La Cámpora, y la melancolía subyacente de La Juan Domingo, hoy pasan, casi inadvertidos, los peronistas pirandellianos. Los “Sin techo”.
Son los disidentes que vegetan, en la búsqueda de un conductor. Lo encuentran, mientras tanto, para pasar la adversidad, en Francisco de Narváez, El Roiter. Es el magnífico artesano del desperdicio electoral.
Pero El Roiter Narváez mantiene, entre los atributos, el valor reconfortante de la insistencia. Aparte de la billetera cautivante. De quien dista de destacarse, según nuestras fuentes, por su generosidad.


El misterio de la presencia ausente

Con su misterio positivista, de frente y siempre para adelante, con “fe y esperanzas”, el Líder de La Línea Aire y Sol aún suele alterar la voracidad ingenua del cristinismo.
Exhibe Scioli sus dotes extrañas para el ejercicio de la lealtad. Para mostrar la extraordinaria fortaleza de su aparato digestivo. Le permite evacuar, sin mayor inconveniente, los guisos frecuentes de Sabattella. Las mayonesas de De Jesús. Las ensaladas diarias de Mariottos y los orejones de Garrés, al natural.

Para colmo, Scioli les instala otro misterio insoportable. La presencia indirectamente ausente.
Está en las paradas de cadena nacional. Celebra las imposturas en los actos. Se abraza con los pares. Pero simultáneamente no está.
Basta un paso fugaz por su rostro televisado para constatar su incomodidad. Que está “en otra”. Por ejemplo durante la euforia triunfalista de la expropiación de YPF. Aunque incluso, oralmente, salga a apoyarla. Trasciende que es un modo de usurpación que nada tiene que ver con él.
Aparte, hasta la limitación física acude en su beneficio. La imposibilidad que lo absuelve, incluso, hasta del aplauso.

El atributo misteriosamente simultáneo -el de estar presente y al mismo tiempo ausente-, lo supo enloquecer, a menudo, a Néstor.
En su desconcierto, El Furia lo obligó a hablar, a Scioli, hasta en el acto más catastrófico de la historia del peronismo. Desde el Congreso, el día anterior al voto “no positivo” de Cobos. Sin embargo la sociedad le facturó la derrota exclusivamente a Kirchner. Para Scioli fue gratis. Fue otra derrota que se llevó de arriba. De garrón.

Igualmente tampoco la sociedad lo registró a Scioli, como derrotado, durante el papelón de las “candidaturas testimoniales”. (El Portal contó que Kirchner, desmoronado, al día siguiente, le arrojó el Partido Justicialista por la cabeza, a Scioli, que estaba entero, casi radiante).

Con mayor impaciencia, con la ansiedad que no controla, y que la condena, Nuestra César hereda el tormento del marido extinto.
Sobre todo al percibir que, pese a los diarios hostigamientos, a las acciones destinadas a aniquilarlo, Scioli la acompaña igual. Con fe y con esperanzas y siempre para adelante. Se le obstina en las muestras agobiantes de lealtad, con la columna vertebral de plastilina y la piel de cuero. Hacia quienes no lo aceptan. Lo desprecian. Y tratan, con instrucciones presidenciales, de aniquilarlo.

Final con fotografías

Para desequilibrarla a Cristina, basta que Scioli aparezca fotografiado, en Clarín, con Sergio Massa.
O con pantaloncitos cortos, junto a Macri, el Niño Cincuentón, tercer vértice del triángulo de protagonismo.
O basta con la trascendencia de un diálogo telefónico con Moyano.
O más recientemente, con la imagen sonriente de Scioli junto al Presidente Santos, de Colombia.
Justo un día después que Santos se despegara, frontalmente, de la euforia patriótica que “viene desde el sur”. Y les dijera a los empresarios, para colmo españoles: “En Colombia no expropiamos”.
Son reglas de juego que faltan en el “PP País Paria”
(cliquear). Donde, por los horrores estratégicos del cristinismo, “va a costar varios lustros recuperar la credibilidad pulverizada”.
“En la Argentina que está desastrosamente mal, pero entusiasmada”. Con candorosa euforia. Sin rumbo, pero con énfasis.

Oberdán Rocamora
continuará/manténgase conectado
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domingo, 6 de mayo de 2012

EL SOCIALISTA SUBESTIMADO


   
Con Hollande, triunfan las ilusiones 
 y crece la incertidumbre europea  

escribe Jorge Asís   
                  
               
              “Me hago responsable de la derrota”.
              Conmueve Nicolás Sarkozy, y en realidad cuesta rebatirlo. Tiene razón.
              Tanto para la primera como la segunda vuelta, su campaña fue un desastre sistemático. Facilitó el explicable triunfo de Francois Hollande, el socialista menos relevante y más subestimado.
              “El compañero de Segolene”, Su ex, la madre de sus hijos. Segolene Royal, un cuadro político superior, perdió oportunamente ante Sarkozy, en 2007.
               Hollande, como Jerry Lewis, fue “el tonto del batallón”. Sólo mantiene en común, con Mitterrand, anterior y único presidente socialista, el nombre Francois.
               Pero Hollande demuestra que no debió ser tan subestimado. Fue un error, en principio, de los figurones, los dinosaurios del Partido Socialista. Desde Laurent Fabius a Lyonnel Jospin. E incluso hasta Martine Aubry y Jack Lang. Sin olvidar a la propia Segolene. Referentes que nunca lo consideraron a Hollande, y que hoy deben sorprenderse con la certeza del poder. Que se les viene, invariablemente, encima, con secretarías y ministerios. Otra vez “la fuerza tranquila”. O “el futuro es hoy”. Consignas saludables que se arrastran desde 1981, ocasión del primer triunfo socialista de Mitterrand, cuando García Márquez y Cortázar creían que llegaba plácidamente la Revolución a “La France”.

                
             Marine, la lideresa de la “droite”
                Pero sobre todo Hollande fue penosamente subestimado por su rival. Sarkozy aseguraba, y hasta llegó a convencernos, que iba a masacrarlo a Hollande, en el segundo turno.
                No obstante el tonto del batallón fue Sarkozy. Se puso más a la derecha de lo necesario. Derrapó en sobreactuaciones innecesarias, destinadas a capturar los votos de Marine Le Pen.
                Es –Marine- la reticente (con Sarkozy) y especulativa dirigente que sobrepasó largamente a Jean Marie, su padre. Hasta transformar a la extrema derecha nacionalista en una alternativa presentable. Votada, incluso, hasta por los proletarios. Y hasta por inmigrantes rápidamente afrancesados que ya no tienen mayor interés en que nuevas oleadas de inmigración hagan peligrar las evoluciones conquistadas.
                La vida, al fin y al cabo, es también una porquería. Con solidaridades más livianas de las que se reclaman.
                Hoy Marine ya muestra su perfil favorable de ganadora. Habla y pontifica con la certeza del protagonismo estratégico. Sobre todo con los tropiezos de un nuevo gobierno de la “gauche” ella se imagina con un porvenir venturoso. Anciano y desprestigiado Jacques Chirac. Diluido Dominique de Villepin. Aniquilado, en la lona, Sarkozy.
                Para desgracia del euro, Marine emerge como la Lideresa de la “droite”.  
 

                Bastille, algarabía e incertidumbre

              Algarabía triunfal en la Place de la Bastille. Claveles rojos.
              Dolor y resignación en la Place de la Concorde.
               Incertidumbre, sobre todo, en Europa. Por su destino mediato.
               Sin embargo crece, casi irresponsablemente, la esperanza. El triunfo del socialista  Hollande significa un rotundo rechazo continental a la implacable política de austeridad. La que intentaba implantar la señora Angela Merkel, la canciller de Alemania, el país principal que motoriza la Unión Europea. Y aliada, inevitablemente, a Sarkozy, el presidente que acaba de merecer la espalda de la sociedad francesa. Que le niega la reelección, como si fuera un Jimmy Carter cualquiera.
               Detrás de la esperanza que representa Hollande, hoy aprovechan, para colarse, otros esperanzados que se especializan en el desánimo. De la magnitud de Mario Monti, estampillado como tecnócrata, Primer Ministro de Italia. De Pasos Coelho, del devaluado Portugal. Y hasta del acosado derechista Mariano Rajoy, de España, la entidad sumida en la plenitud espectacular de la reducción, humillada repentinamente por la Argentina y Bolivia. También Rajoy prefiere anotarse en la expectativa que genera la victoria del socialista subestimado. Y ni hablar de la multiplicación de los pesimistas de Grecia, que recuperan también atisbos de ilusiones. Y de tantos adictos a la ideología del crecimiento sin esfuerzo. A la vigencia inalterable del estado de bienestar. Al mantenimiento de las conquistas envidiables de sus sociedades. Que aún no encuentran, infortunadamente, quien se las financie. Y no basta con denigrar “La utopía del recorte”
(cliquear), que impulsa la señora Merkel, la mala de esta triste historia.
 

                Patologías

                La historia del siglo veinte marca que, cuando los países se confabulan en contra de la estrategia de Alemania, el final es, en general, horriblemente escatológico.
                Debe confiarse en que se conserve suficiente memoria. Como para no confrontar, en exceso, con una política signada por las claves del rigor.

                Después de todo, Ángela Merkel ya descontaba que Sarkozy, su socio, iba a naufragar. De manera que debió apresurarse para tomar en serio las bases de algunos planes delirantes “para el crecimiento”. Sin –claro- el más irrisorio esfuerzo. Y destinar algunas decenas de miles de millones de euros en el espejismo semejante.
                 Las sociedades europeas también presentan, en el fondo, patologías colosales. Si no son similares, son parcialmente equiparables a la lejana patología Argentina.
                 Habría que aclararlo antes que salga Tía Cristina para capitalizar las crisis foráneas. En beneficio de su relato y de su interpretación pintoresca del fenómeno.

                 La Argentina se encuentra desastrosamente mal, pero entusiasmada. Incentivada con eufóricos patriotismos que suelen instigar al frenesí del contagio.
                 En Europa, con la victoria de Hollande, el socialista subestimado, se agrava la crisis colectiva. Pero con esperanzas.
                 En ambas geografías se asiste, en definitiva, al  triunfo reconfortante de la ilusión.
                 Nacionalista expropiador, en nuestra zona. Socialista ingenuo, de clavelito rojo, en Francia.
                 El entusiasmo eufóricamente argentino, y la esperanza europea mantienen el mismo destino de paredón. El choque, irremediable, contra la realidad. Con el agravante, en la Argentina, de las anteojeras pavorosamente nacionalistas que instigan a desperdiciar el momento favorable para nuestro país en banda.
                 La huida previsible de los capitales de europeos sensibles, hoy razonablemente asustados, procuran lugares seguros para guarecer sus billetes. Y multiplicarlos.
                 Una lástima.
                                                                                     


                                                                                     

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