viernes, 12 de septiembre de 2014

Valérie Trierweiler, escritora maldita

Condenable unanimidad para rechazar el best seller de la ex Primera Dama.

Valérie Trierweiler, escritora malditaescribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural, especial
para JorgeAsísDigital
“Désolés, nous n’avons plus le livre de Valérie Trierweiler, mais il nous reste des ouvrages de Balzac, Dumas, Maupassant, etc.”

Cartel en librería

Coro plural de negaciones. Descalificaciones de orden ético, estético y moral.
Sin ir más lejos un intelectual inconformista, de la amplitud de Bernard Henry-Levy, confirma que “Merci pour le moment” -novela testimonial de Valérie Trierweiler- es de una “insoportable vulgaridad”.
Coincide Levy con Jean Daniel, legendario maestro, prócer de Nouvel Obs, que la destroza desde el título. Como si se preguntara ¿vale la pena hablar de esto?, para luego reflexionar sobre “le rôle des épouses dans la République féminisée”.
La crítica, en bloque, unánimemente pulveriza a Trierweiler, escritora maldita en la lengua que utilizó Celine, Rebatet o Genet.
Valérie Trierweiler, escritora malditaComo si la novelista fuera la máxima responsable de la caída estrepitosa, en las encuestas, de François Hollande, el protagonista principal. Objeto -y causante- del libro.
Debe aceptarse que Valérie Trierweiler es una mujer que atrae problemas. Ideal para alejarse. Ni siquiera sorprende la falta de solidaridad con la escritora del colectivo feminista, que participa, en silencio, de la condena global.

Epopeya triangular

El lenguaje es directo, como periodista es competente. Con astutas alteraciones temporales entre el presente y el pasado. Así Valérie se dispone a contar la parte de su historia de mujer abandonada, humillada y maltratada, que se sintió “ilegítima”. Hurga entonces en la ilegitimidad.
Ocupaba un lugar -el de Primera Dama de Francia- que no le pertenecía. Porque en el imaginario colectivo ese rol debía corresponderle a Segolene Royal, la bella dama sexagenaria, madre de los cuatro hijos de François.
Segolene fue la candidata socialista a la presidencia en 2007. Durante esa campaña François ya estaba entreverado con Valérie, la periodista de Paris Match especializada en política. Valérie y François coiteaban desde la noche bien contada de Limoges. 2004.
Valérie Trierweiler, escritora malditaEn realidad, desde el punto de vista de Valérie, se asiste a la rescatable historia de François. Epopeya triangular que se extiende desde Segolene a Julie Gayet, la actriz que cierra el circuito.
Julie le ocasiona a Valérie lo mismo que Valérie supo ocasionarle a Segolene.
Pero cuando Valérie se lo sopla a Segolene, el gran macho -François- era apenas un dirigente secundario del Partido Socialista (del que llegó a ser Secretario General). En cambio Julie se lo sopla a Valérie cuando François ya era el presidente de Francia. El menos popular de la V República.
No obstante, François producía actos enternecedores. Un presidente que se escapa de la residencia en motocicleta, con el casco reglamentario, para reposar con su amada, merece respeto. No cualquier concejal ni diputado se arriesga a tanto por ponerla. Aunque no sea francés y carezca del impulso penetrador de -sin ir más lejos- Dominique Strauss Kahn.
Valérie Trierweiler, escritora malditaDSK se perforó solo la carrera ascendente. Era el candidato natural del socialismo para la presidencia, hasta que le plantaron una mucama de hotel. La facturada humillación fue aquí propiedad de Anne Sinclair, otra periodista. Pero Anne se abstuvo de novelar su dolor como Valérie. Cuestión de clase. Anne lo acompañó a DSK en la caída más de lo necesario. Después lo soltó.

El post-polvo

El drama de François se explica por la lícita pasión por la poligamia tensa que cultiva cualquier ser normal que piensa con el rigor de la bragueta. Pero al presidente de Francia sólo se le puede reclamar por el mal manejó de la instancia post polvo.
Valérie Trierweiler, escritora malditaUn paciente equipo del semanario Closer mundializó su figura insólita con el casco. Y hasta ridiculizó a su leal amigo el guardaespaldas, que durante la madrugada del descubrimiento llevaba un sobre con croissants. Para el desayuno de Julie y François.
El sentimiento de humillación de Valérie se transformó en el rencor que representa la base de su literatura. Con páginas vibrantes.
Cuando François persigue -por ejemplo- a la desbordada Valérie que quiere suicidarse, con los barbitúricos tan poco originales. François se los quita y se desparraman las pastillas por la cama.
Con páginas malévolas. Cuando Valérie confirma que François “no odia a los ricos”. Al contrario, “odia a los pobres”. Los “Sin Dientes”.

El hecho literario del rencor

Valérie Trierweiler, escritora malditaLo cuestionable del libro maldito de Trierweiler es que quiere aparecer, en la estampita, como una mujer sensible, de gran corazón. No banca su admirable capacidad de daño ni su idónea perversidad. Describe a la Primera Dama dedicada al trabajo social por África y perjudica el texto. Fragiliza el poder de las páginas vengativas en que recrea la infancia austera en Angers. Con un padre mutilado por la guerra, con varias hermanas para compartir un cuarto. Contrasta con la vida de “ilegítima” en el Elysee. Con la posibilidad de tratar con Michelle Obama o Angela Merkel.
Para aproximarse al hecho literario del rencor, merece consignarse que, por seguir a François Hollande, la periodista de París Match dejó abandonado en la banquina a Denis Trierweiler, su marido, y a los tres hijos. Para ser arrancada de la historia, nueve años después, a través del comunicado de 18 palabras. Dictado por François a la AFP. Anunciaba que ponía fin al vínculo con Valérie.
Valérie Trierweiler, escritora malditaSobre el epílogo trascienden los ansiosos mensajes de texto que envía François. Le pide verla, le dice que la ama. Para disuadirla de publicar la novela maldita, el pobre presidente se encontraba en condiciones de ponerse otro casco y volver con ella. Era tarde. Se venía la tirada de 200 mil ejemplares (editó Les Arenes. 317 páginas. 20 euros).
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
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