miércoles, 3 de octubre de 2012

Desventuras de Cristina y de Mahmoud


escribe Osiris Alonso D’Amomio
Director de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital

Argentina inicia las negociaciones con Irán por impulso especial de Venezuela, y a través del canal de Siria.

Por el prestigio de los países, que persisten, es preferible contar a través de las personalidades que negocian. Felizmente transitorias.
El problema es que existe la llamada continuidad jurídica de los estados. Al margen de la seriedad de los protagonistas.

Digamos que la señora Cristina Fernández, Nuestra César, inicia las negociaciones -por “el tema Amia”-, con Mahmoud Ahmadinejad. Por impulso de Hugo Chávez. A través del canal de Bashar Al Assad.
Es más justo. Aunque resulte patético.
En política exterior, Cristina suele destacarse como una verdadera profesional para el error. O para llegar tarde. En el momento menos oportuno.
Consecuencia de la diplomacia a la bartola. Improvisada. Sin rigor ni, en apariencia, información. (Tal vez Icazuriaga tendría que abrir algunas sucursales del Servicio de Inteligencia).

La pobre Cristina queda enredada infortunadamente con Bashar. Muy poco antes que Bashar se consagre como uno de los máximos genocidas del Medio Oriente.
Un asesino que opaca, incluso, las carnicerías de Haffez, su padre.

En la miserable actualidad, Irán es el principal sostén de la Siria que ofrece el sistemático espectáculo del horror para las cadenas de noticias.
Bashar sólo puede sostenerse, entre los escombros del poder, por la decisión conjunta de China y de Rusia. Dos potencias emergentes del Consejo de Seguridad, que en defensa propia se obstinan en impedir que Bashar deje de masacrar, con orgiástico desparpajo, a su pueblo.

Debe aceptarse que Cristina tiene, al menos, mala suerte. Pero en política exterior la suerte siempre se programa. Con información calificada.
Al enredarse, justo ahora, en las negociaciones inconducentes con Ahmadinejad.
Don Mahmoud viene mal, a los tropiezos. Se sepulta en el desprestigio, en su último año de mandato.
Y Cristina viene a enredarse con Mahmoud a través de Bashar, que emerge, con fundamentos sólidos, como ocupante del rol del Mal, en la próxima estampita de la historia.
Y todo por impulso especial de Chávez, que comanda la estructura ruidosamente revolucionaria. Estrafalaria. Junto a los Castro, Rafael Correa. Y Evo Morales, que a través de Miranda, su embajador en Teherán, exalta la gloria de Ahmadinejad.
Pero ocurre que Chávez atraviesa momentos significativamente tan graves como los que padecen, en conjunto, Ahmadinejad y Bashar. Y, de un tiempo a esta parte, también, la propia Cristina.
Los cuatro, a su manera, se encuentran en “falsa escuadra”. Se ladean por “el borde del fangal”. Como lo describe el tango sabio.

Chávez, el triunfo y la muerte

Es probable que Chávez, el próximo domingo, sea derrotado por Capriles, la “esperanza blanca”.
Y que se abra, en Venezuela, el proceso preocupante de transferencia. O de resistencia, peor, a la transferencia del poder.
Si pierde Chávez -como lo vaticinan determinadas encuestas del país informativamente intoxicado-, para Cristina puede ser letal. Y no sólo por la demolición del realineamiento que la conduce al vacío.
Es preocupante, también, por la apertura informativa. Hacia las tropelías que se produjeron en la Venezuela Bolivariana, en complicidad societaria con la Argentina de los Kirchner.
Sobre todo si se impulsa la indagación relativa a los escandalosos negociados de los bonos argentinos. Y a los dislates energéticos.
La multiplicación, en definitiva, del efecto Antonini Wilson. Con el desfile de la marroquinería que enlodó ambas administraciones.

Pero en el casino manipulado de la política, donde es más importante saber contar que votar, es más probable que Chávez resulte el ganador.
Y que pronto, por las fuerzas conspiradoras de la biología, Chávez se muera. (Alternativa que no se debiera exhibir. Por elegancia, o discutible buen gusto).
Sin embargo la geopolítica es una disciplina que admite el cinismo. (Nunca puede ser aconsejable aferrarse a la estrategia de un moribundo).

Significa confirmar que para Cristina, en su diplomacia a la bartola, la totalidad de los escenarios que le presenta Venezuela resultan, según nuestras fuentes, desalentadores.

Mahmoud, el uranio y la fe

A Mahmoud Ahmadinejad, por su parte, en el periplo americano le fue tan mal como a Cristina. Casi, incluso, peor.
En su última presentación ante la Asamblea de Naciones Unidas, Ahmadinejad pudo despacharse contra el “tumor sionista”. Pero debió soportar el acoso de los opositores que se le resisten, sin el estruendo inofensivo, en su caso, de las cacerolas. Y padeció las secuelas de su horrible relación con Ali Khamenei. Es el Guía Supremo de la Revolución.
Ahmadineja
d asiste, cotidianamente, a la pérdida humillante del poder. La economía se le derrumba, como la moneda.
Por suerte tiene a quien culpabilizar. Es consecuencia de las sanciones internacionales, derivadas de su emancipación nuclear.
El uranio, en Irán, se enriqueció más que la fe.

En Nueva York, Ahmadinejad debió enterarse, por los periodistas de la comitiva, que acababan de arrestarle, en Teherán, a uno de los pocos funcionarios que aún le respondían. Ali Akbar Javanfek. Es el responsable de Irna, la agencia oficial. (La Telam persa).
Y para colmo Mahmoud, en su falsa escuadra, se enteró también, según nuestras fuentes, que Hassan Golkanbhan, el responsable del manejo de las cámaras, el encargado de magnificar sus movimientos, decidió aprovechar alguna hora libre en Nueva York. Pero no fue para caminar por el Central Park. Golkanbhan prefirió pedir asilo ante las autoridades americanas.
Lo importante es que a Hassan no pudieron encontrarlo. Ni siquiera para degollarlo. Su abogado, Paul O'Dwyer, lo oculta.

El descenso

De manera que los protagonistas secundarios del acercamiento diplomático, entre Argentina e Irán, se encuentran, todos, al borde del descenso.
Los muertos de la Amia merecen ser negociados entre líderes que mantengan mayor legitimidad para la representación.

Bashar al Assad, el canal mediador, se descompone entre la matanza desaforada del pueblo sirio.
Hugo Chávez, el impulsor, se debate entre la derrota y la muerte. (La derrota sería mucho más cruel).

Y los protagonistas principales, Ahmadinejad y Cristina, atraviesan un momento de penosa desorientación. Deriva en doble debilidad.
Sin conciencia de sus limitaciones, y con una llamativa vocación por el desperdicio, Nuestra César se sumerge en decisiones que profundizan la extraña pasión por el aislamiento.
Confunde la crisis económica de los países centrales. Supone encontrarse, en su olímpico desconocimiento, en condiciones de brindarles cátedra. A los efectos de pregonar la ejemplaridad del “modelo”. Del relato cimentado sobre los indicadores imaginarios.
Busca audazmente aprobación, donde abunda el desdén. El rechazo. A lo sumo, la expresiva indiferencia.

Osiris Alonso D’Amomio
para JorgeAsisDigital.com